Los zapotecas fueron uno de los pueblos que tuvieron un papel muy
importante en el desarrollo cultural de Mesoamérica. Establecidos por lo menos
desde un milenio antes de la era cristiana en la sierra, valle central y en el
istmo de Tehuantepec, Oaxaca, los zapotecas recibieron la influencia de los
olmecas. Eran éstos los creadores de la cultura madre que comenzó a florecer en
las costas del golfo de México, en la región limítrofe de los actuales estados
mexicanos de Veracruz y Tabasco.
Hacia el siglo VI a.C. los zapotecas estaban en posesión de un
sistema calendárico y también de una forma de escritura. De ello dan testimonio
las centenares de estelas con inscripciones que se conservan en el centro
ceremonial de Monte Abán. Dichas estelas se conocen como de ‘los danzantes’, ya
que las posturas de las figuras humanas con las que se registran tales
inscripciones, mueven a pensar que están bailando. En esa primera etapa del
desarrollo zapoteca comenzaron a construirse tumbas de cajón o rectangulares en
las que aparecen ofrendas y representaciones del dios de la lluvia conocido
como Cocijo, deidad que habría de tener un lugar muy importante en el panteón
zapoteca.
En los siglos siguientes, según los datos proporcionados por la
arqueología, pueden distinguirse varios períodos de ulterior desarrollo. En el
que abarca desde el 300 a.C. hasta el 100 d.C., se dejó sentir la presencia de
algunos elementos que más tarde se desarrollarían con mayor fuerza entre los
mayas. De esa época provienen asimismo edificaciones más suntuosas, entre ellas
las de varios juegos de pelota y algunos templos en Monte Albán y en otros
lugares de Oaxaca como Yagul, Teotitlán, y Zaachila.
A ese período siguió el del auge de la cultura zapoteca entre el
año 100 d.C. y el 800 d.C. Coincidió con el esplendor de Teotihuacán en la
región central. Fue entonces cuando el centro de Monte Albán llegó a su máximo
florecimiento. De ello dan fe los templos, palacios, adoratorios, plazas,
juegos de pelota y otras edificaciones que allí pueden contemplarse. Además de
Cocijo, dios de la lluvia, se adoraba a la pareja de dioses creadores llamados
Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana, representación de la dualidad que también
aparece en las otras regiones de Mesoamérica. En este período de esplendor se
consolida la presencia zapoteca en los ya mencionados Yagul y Zaachila, y en
otros muchos lugares como Huajuapan, Juchitán, Piedra Labrada y algunos ya
situados en los actuales territorios de Puebla y Guerrero.
Al período de esplendor siguió uno de franca decadencia. Otro
grupo étnico, el de los mixtecos, ocupó su principal centro ceremonial y se
impuso en gran parte del territorio oaxaqueño. Los zapotecas, a veces sometidos
a los mixtecos y en ocasiones aliados con ellos, establecieron su ciudad
principal en Zaachila. A pesar de su decadencia, los zapotecas lograron
conservar en parte su independencia y salir victoriosos en varias guerras que
tuvieron contra grupos vecinos y oponiendo resistencia a los intentos de los
mexicas o aztecas que trataban de sojuzgarlos. Tan sólo la conquista española
puso fin a la existencia autónoma zapoteca.
Descendientes de los antiguos pobladores de diversos lugares de la
sierra, de los valles centrales y la costa de Oaxaca, los zapotecas
contemporáneos, a pesar de haber vivido por siglos marginados y depauperados,
han conservado muchas de sus tradiciones, formas de vida, creencias y
organización social. Elemento que les confiere profundo orgullo es el hecho de
que un zapoteca serrano, Benito Juárez , no sólo haya sido presidente de la
República sino el máximo defensor de ella frente a la intervención francesa
que, promovida por Napoleón III, fue victoriosamente rechazada.
Tanto por las variantes que existen en su lengua como por sus
formas de vida y condiciones económicas, los zapotecas ostentan considerables
diferencias entre sí. Así, en tanto que perdura su aislamiento y pobreza en
muchos lugares de la sierra, hay en cambio zapotecas en la región del istmo de
Tehuantepec cuyos niveles de vida son comparables a los de la población no
indígena. Entre éstos últimos zapotecas pervive, no obstante, su sentido de
identidad cultural y el empleo de la lengua que es además objeto de cultivo y
vehículo de expresión literaria, tanto en cantos y poemas como en la narrativa.
La acentuada fisonomía cultural de los zapotecas del istmo es perceptible de
muchas formas. Una de ellas la ofrece la gracia y altivez de sus mujeres, las
célebres tehuanas, con sus característicos tocados y sus ricas joyas.
Los zapotecas contemporáneos, herederos del rico legado cultural
de sus antepasados, constituyen uno de los grupos étnicos más grandes de
México. De acuerdo con el censo de 1990, se acercaban al medio millón de
personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario